Conocido es el casi letal episodio de la crisis de los misiles de 1962 entre Estados Unidos, Cuba y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que ya hemos recordado en AlterGeo. Pero recién ahora, con el hallazgo y publicación de documentos desclasificados, se sabe que si los misiles hubiesen caído en manos de los cubanos, el resultado hubiera sido un desastre nuclear de proporciones catastróficas.
Según el último número publicado de “Cold War International History Project Bulletin” del Woodrow Wilson International Center de Washington, Estados Unidos, el Che habría tenido la voluntad de disparar los misiles con cabezas nucleares en dirección a la ciudad de Nueva York, si la Unión Soviética hubiese dejado algunos misiles hasta entonces no detectados por los satélites estadounidenses.
¿Cómo se supo esto? Dos días después del anuncio del retiro de los misiles nucleares de la isla por parte de los soviéticos, el líder soviético Nikita Khrushchev mantuvo una entrevista con el titular del Partido Comunista y Presidente de la entonces Checoslovaquia, Antonín Novotný, a quien iba a comenzar a explicarle porqué cedió ante los Estados Unidos. “Esta vez, estuvimos realmente a dos dedos de una guerra nuclear”, le dijo en una charla cuyos diálogos son publicados por primera vez.
Khrushchev continuó: “Hace días, recibimos una carta de Castro en la que nos dice que los estadounidenses nos iban a atacar en menos de 24 horas. Él nos propuso de lanzar nosotros primero la guerra atómica. Nos quedamos totalmente estupefactos. Claramente, Castro no tenía la más mínima idea de qué se trataba una guerra termonuclear. Además, si el conflicto se llegaba a producir, Cuba iba a ser la primera en desaparecer. Después de todo, ¿qué podríamos haber ganado? Millones de personas habrían muerto en nuestro paíso. ¿Podíamos poner en peligro el mundo socialista y la clase trabajadora por esto?”.
Fue luego de ceder ante Kennedy, que Khrushchev tenía sólo una obsesión: evitar que los misiles caigan en manos de los cubanos. Según los documentos, Fidel le había pedido de conservar los misiles nucleares que los Estados Unidos no habían detectado. Un emisario de Moscú le respondió que era imposible tal transferencia “por cuestiones legales”.
Esto era una mentira. El Kremlin no confiaba en Cuba, y con razón. Unos días antes, el Che le dijo en secreto al embajador de Yugoslavia en La Habana: “Si nosotros, los cubanos, tenemos el control de las armas nucleares, las instalaríamos sobre cada centrímetro de Cuba y no dudaríamos, en caso de ser necesario, de lanzarlas contra el corazón del adversario, Nueva York”.
Fuente: The Woodrow Wilson International Center
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