Señora Elisa Carrió.
De mi mayor consideración:
Seguramente haya Ud. advertido que los argentinos de bien la rescatan como uno de los pocos/as, o el único/a político/a confiable del país, circunstancia tan cierta como lamentable. Esto no implica de modo alguno que, llegado el caso, estén dispuestos a apoyarla y/o sostenerla hasta las últimas consecuencias. En las últimas elecciones, Ud. obtuvo un número insignificante de votos, señora. La respuesta es simple. Ud. no responde a ninguna mafia ni corporación. Entonces es extremadamente vulnerable, y éste es un pueblo de cobardes… “manso” para los más susceptibles, acostumbrado a aguardar dentro del poco o mucho confort que le dispensa el hogar, que otro tome a su cargo hasta las responsabilidades intransferibles que le son inherentes. Por otra parte, estimada señora, y como habrá podido advertir, los problemas ya ni siquiera conservan un orden de prioridad asignado por la razón, el espíritu y la condición que se supone nos debería privilegiar por sobre el resto de la especie animal. Hoy, el tema del dólar, la inflación, la corrupción, la decadencia, la muerte de un semejante inocente a manos de la delincuencia criminal, se tratan o destratan en un mismo plano.
Es Ud., hoy por hoy, la única persona tenida como referente político, sobre la que no se puede echar el menor manto de sospecha. Las personas sospechadas, además, no son proclives a recurrir a la justicia ante la menor posibilidad de que algo deba ser investigado; corren el riesgo de “quedar pegadas” por devolución. Y para Ud. no hay devolución, señora Carrió. Es Ud., con sus virtudes y defectos, la única política creíble y honesta que les queda a los cobardes argentinos. ¡Eso sí, procure no equivocarse. Llegado el caso, y por las razones que ya le apuntara, no faltará quien se anime a faltarle el respeto en la vía pública, ante la mirada complaciente del “dibujado” guardián del orden, o de algún otro cobarde argentino.
Aquellos dispuestos a no resignar la dignidad, ese atributo supremo que va de la mano de la vida, y el Creador confirió al ser humano, deben estar preservándose en algún recóndito lugar de nuestro extenso territorio.
Como la carta es abierta, no se remite exclusivamente a su entendimiento. Permita entonces explique que cuando me refiero a “pueblo” lo hago en la más amplia acepción de la palabra. Hablo entonces de pueblo como unidad, sin hacer referencia a la condición particular de cada uno de los ciudadanos que lo integran.
Atte.
mayo 13, 2013
Ricardo Jorge Pareja
parejaricardo@hotmail.com
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