Once años tenía Messi cuando se fue de la casa de su mamá para cumplir el sueño de ser futbolista. Vos tenés 30 y hasta hace no mucho todavía le pedías que te lavara la ropa.
Once años tenía Messi cuando empezó a inyectarse hormonas para poder jugar a la pelota. Él mismo se clavaba la aguja en las piernas a los once años. ¿Te acordas qué hacías vos a los once años? Yo sí me acuerdo, salía del colegio y me iba a mirar la tele como un pecho frío. Los martes y los jueves jugaba al fútbol pero era tan pecho frío que nunca pude competir profesionalmente. Siempre jugué con los pecho fríos de mis amigos.
¿Te acordás, pecho frío, cómo te bajó la presión la última vez que te sacaron sangre? Ni un pelo en los huevos tenía Messi cuando se pinchaba él solito la pierna. Qué cagazo te dan las agujas, ¿no es cierto, pecho frío?
Pero eso no te define como un auténtico pecho frío. El problema es que vos nunca llegaste a ser el mejor en lo tuyo, ni cerca estuviste pecho frío. No sos ni el mejor de tu oficina. ¿Sabes por qué? Porque preferiste pasar cientos de miles de horas en la computadora como un nabo, preferiste juntarte con tus novias y tus amigos a tomar cerveza y fumar porro como un pajero y decidiste pasar los fines de semana rascándote las bolas mirando TVR como un pecho frío. Mientras vos estabas en la computadora, Messi estaba entrenando. Mientras vos estabas tomando birra, Messi estaba entrenando. Y mientras vos estabas mirando TVR con la mano en los huevos, Messi estaba entrenando. Por eso él es el mejor en lo suyo y vos sos un pecho frío.
Messi trabaja de jugar al fútbol. Todos los que amamos ese deporte sabemos lo difícil que es lograr que la pelota vaya donde uno quiere. Es desobediente la guacha, es ingobernable. A los pecho fríos como vos y como yo no nos pasa cabida, ni la hora nos da. Con Messi, en cambio, se hace pis encima. Messi la da vuelta. La pasa a buscar, la lleva a comer y después la clava al ángulo. Amaga a un pecho frío, a dos pecho fríos, a tres pecho fríos, al pecho frío del arquero y después mete un gol. El equivalente en tu trabajo sería llenar las planillas de excell con una mano y los ojos cerrados, atender a los clientes haciendo la vertical y preparar los informes que te pide el pecho frío de tu jefe aún antes de que a él se le ocurran. ¿Vos haces todo eso? Pero no, más bien que no, si sos un pecho frío.
¿Y sabes por qué más sos un pecho frío? Porque te anotas las victorias como si fueran un logro colectivo y te borras en las derrotas. Si ganamos, ganamos todos. Si perdemos, perdieron ellos. Perdió el pecho frío de Messi que no pudo meterle un gol a Neuer en la final del Mundo. Cómo erró ese gol, si hasta vos lo hacías, ¿no es cierto pecho frío?
Metele, pecho frío, metele que quizás llegas a Rusia. Quizás sos vos y no Messi la estrella del próximo Mundial.
El planeta está lleno de pecho fríos. Nuestro país está lleno de pecho fríos. De vez en cuando aparece uno con huevos, uno que se la banca de verdad. Messi es uno de ellos. Por eso sufre la carga de que lo comparen con Maradona, el más grande de toda la historia. A vos si tenes suerte te comparan con tu papá.
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