Actividad Minera de los Incas en Tucumán(*)
(*)Lic. Guillermo A. Vergar
Geólogo Consultor
Introducción
Se conoce desde la época de la colonia la existencia de importantes ruinas incaicas en los nacimientos del río De las Pavas (ó Del Conventillo), en la vertiente oriental de los Nevados del Aconquija.
Hasta hace cuatro décadas se las denominaba “Ruinas del Pueblo Viejo” hoy es, simplemente, “La Ciudacita”.
En 1980, Bassi, describe, por primera vez, un área de alteración hidrotermal en el portezuelo Chimberí-Bayo, con intensa decoloración de los macizos rocosos. El citado autor define anomalías tenues (pero interesantes) de cobre y molibdeno.
Esta área mineralizada linda por oriente, y está, eventualmente, vinculada genéticamente con una intrusión de diorita localizada en el Co. Bayo. Tiene rumbo submeridiano, oscilando su potencia, en planta, entre 100 y 500 metros. Brinda máximos espesores en la margen S del río De las Pavas, se estrangula hacia el S, en el Portezuelo Chimberí-Bayo al centenar de metros, luego se ensancha en la falda N del Clavillo Tucumano, quedando sólo delgadas guías hacia el valle del río Bolsón.
El objeto del presente es indagar los fundamentos tecnológicos que, eventualmente, justificaran las explotaciones mineras de los incas, en comarcas tan alejadas de sus lares.
El presente trabajo está dedicado al Prof. Dr. Orlando René Bravo, científico, estudioso y explorador incansable de nuestras cumbres serranas.
1.- Metodología de Trabajo.
Emprender una tarea como la presente hace dos décadas, hubiera sido inconcebible. La disponibilidad de imágenes satelitales color real (Tucumán 01) modificó radicalmente nuestro presente, no sólo para la observación geológica, sino para recabar detalles arqueológicos imperceptibles en fotografías aéreas convencionales. Téngase presente que la herramienta “zoom” brinda, con nitidez, escalas aún mayores que 1:10.000. Si a ello sumamos los colores obtenemos un universo de percepciones con muy exiguas limitaciones. Para la determinación de distancias, en una escala apropiada de trabajo, se dispuso de puntos acotados con GPS en las cumbres de los Cerros Indri, Morro de los Venados, El Negrito, Co. Bayo y Cabra Horco, ajustados al sistema geodésico WGS 84. Se supone que los instrumentos utilizados son satisfactorios a los fines propuestos.
2.- Localización de las ruinas y su infraestructura.
La principal urbanización está en la margen sur de la Qa. De las Pavas, ver mapa de ubicación, Fig. 1, e imagen satelital, Fig. 2.,constando, de oeste a este, de tres diseños bien definidos:
- Extremo occidental, ubicado a la mayor cota topográfica (4.500 m.s.n.m. promedio), formado por una elipse elongada según rumbo NE de 700 metros de longitud por 350 metros de ancho máximo. La elipse tiene inscriptos cuatro círculos:
a) En el extremo sudoccidental, el círculo mayor (y a mayor cota topográfica) tiene 300 metros de diámetro y muestra en su centro un ángulo de 90ª con vértice apuntando el oeste. Las rectas que definen este ángulo indican la elongación y ancho del óvalo.
b) En el extremo nororiental, y próximo a las riberas del río De las Pavas, un círculo de dimensiones intermedias, de 200 metros de diámetro, con dos segmentos de rectas interceptados a 90º entre sí, indicando el norte y este geográficos, coincidentes con la actual determinación satelital.
c) Entre ambos círculos mayores, respetando la armonía y simetría del diseño, hay dos círculos de cien metros de diámetro cada uno, construídos sobre un eje NO-SE, y equidistantes del centro geométrico del óvalo.
- El centro de la urbanización es un triángulo equilátero, de setecientos metros de lado, con vértice hacia el río De las Pavas, y base hacia el filo.
El trapecio que forma la mitad sur del triángulo está despejado, con indicios de intensa circulación. La mitad superior del triángulo tiene construcciones formando cuatro círculos dispuestos en un arco de circunferencia, y, hacia el vértice del triángulo, continúan tres círculos concéntricos a los anteriores. Estas últimas construcciones tienen un diámetro individual próximo a los 60 metros.
- El extremo oriental de La Ciudacita es un cuadrilátero, casi paralelográmico, de 700 metros de base mayor, colindante con el río por el este y norte. Su altura es de 350 metros.. Hay recintos rectangulares de una a tres decenas de metros de lado, fortificados hacia oriente con una robusta pirca. La urbanización está dividida por una calzada de 50 metros de ancho, de rumbo este-oeste, abierta hacia oriente (“Puerta del Sol”).
- El área urbanizada total es un trapecio de 1.400 metros de base al S, -base mayor- y 700 metros de base menor al norte, colindando, esta última, con el río, y ocupando una superficie próxima a las 126 Ha.. Adjudicando una superficie de 300 m2 por familia, descontando el área superior-central dedicada al esparcimiento, puede estimarse la concentración urbana en 4.000 viviendas. La Ciudacita fue un enclave minero de, aproximadamente, 10 a 15.000 habitantes.
En cuanto a la disposición de la población, la dividimos en tres sectores:
a) La gerencia y su servidumbre (el óvalo).
b) El ejército (el triángulo).
c) Los esclavos (el paralelogramo).
La ciudadela, en su faz constructiva, tuvo indudable diseño previo, clara intencionalidad e impecable ejecución. Considérese la inmensa dificultad emergente de transmitir un diseño en planta a una pendiente del 20 al 25%. A pesar del medio milenio transcurrido desde su fundación, no hay cárcavas de erosión, ni aún en los corrales, indicio del perfeccionismo y buen arte en el manejo del impacto hídrico.
2.a.- Los pobladores del óvalo.
El círculo mayor, con el ángulo recto indicando el oeste, y de mayor cota topográfica (el barrio más alto) era, muy probablemente, el hogar de los jerarcas, seguramente parientes cercanos del inca, con sangre real. Los dos círculos menores eran, eventualmente, servidumbre. El círculo intermedio con las siglas del norte y este verdadero era muy posible hábitat de la tecnología mayor (ingenieros, administradores, jueces, sacerdotes, etc.).
2.b.- El triángulo de la defensa
Su localización pone de manifiesto una necesidad de defender a la jerarquía ante posibles avances de enemigos de oriente. Era obvio que el gran temor de los incas eran los salvajes nómades pobladores de la llanura tucumana, probablemente muy proclives al saqueo. En caso de ataque, primero caerían las defensas atendidas por los esclavos, si éstos fueran doblegados, los jerarcas podían huir a occidente, a través del Portezuelo de los Campos Colorados, con las espaldas guardadas por la aguerrida y bien armada guardia real.
Es destacable que no hay fortificaciones a occidente, por lo que puede suponerse que los incas no temían incursiones de los diaguitas. Conocedores de la valentía y destreza en combate de esta etnia, lo más probable es que hubiera buenas relaciones entre ambos pueblos, con beneficios recíprocos. Posiblemente los calchaquíes proveían comida para la mina a cambio de armas y herramientas de bronce aportadas por el inca.
En cuanto a los esclavos, es probable que, en virtud a las, aparentemente, buenas relaciones con los diaguitas, éstos fueran traídos desde el altiplano. Quizás eran kollas ó aimaraes, habitantes de ambientes de puna, aptos para soportar la altitud, las bajas temperaturas y más resistentes que el calchaquí a los trabajos forzados.
Las intenciones falaces de esta actividad se fundaban en las supuestas libertades de los curacas “para explotar las minas, aunque fueran sólo para permitirles hacer obsequios al soberano” (Berthelot, J., 1990)
2.c.- El paralelogramo de la esclavitud.
Constituían la mano de obra gratuita del inca, y, tal como supusimos precedentemente, los primeros en morir en caso de invasión.
Ocupaban el barrio bajo, junto al río, y sus viviendas seguían un diseño paralelográmico, también utilizado por el inca para los corrales de sus llamas. Este detalle constructivo nos ilustra referente a la ponderación que hacían los “hijos del sol” de estos seres humanos. Eran sólo instrumentos descartables para obtener oro para el inca.
3.- Alimentación de la mina.
Ocupando una mesada de 1,5 Km de longitud este-oeste, con un ancho medio de 150 metros hay corrales, de diseño paralelográmico, donde estacionaban sus llamas para consumo. El agua de bebida de estos camélidos se surtía de un acueducto que transcurría hacia el naciente por el borde del talud rocoso. Hay una senda bien marcada que, con rumbo al poniente, cruza el Portezuelo de los Campos Colorados y, siguiendo el río Del Tesoro atraviesa los oasis pedemontanos de El Tesoro de Arriba y Cerrillos. En estos parajes, merced a la abundancia de pasturas, habría tenido lugar la crianza de camélidos que, gradualmente, surtirían de alimentos a La Ciudacita.
En cuanto a las sendas utilizadas por los incas para el traslado del ganado, a diferencia de nuestros actuales baquianos, éstos utilizaban los filos y los altos faldeos. Esta conducta puede deberse a la necesidad de tener siempre buena visibilidad, por razones defensivas.
En el piedemonte occidental del Aconquija no se observan, en las imágenes satelitales color real, utilizadas en la actual evaluación, rastros de terrazas de cultivos. Muy probablemente se surtían de granos y tubérculos mediante el ya supuesto intercambio con los diaguitas.
4. Logística de la localización.
El enclave utilizado para la construcción de la ciudadela, es el único que tiene acceso posible, desde el Valle de Yocavil, atravesando el Portezuelo de los Campos Colorados.
El Tesoro de Arriba y Cerrillos, oasis pedemontanos, están muy próximos a la ciudadela, por occidente, configurando excelentes campos de pastoreo para el ganado –base de su alimentación-..
Los materiales glacilacustres y tilloides que albergan oro libre están en los circos glaciares de Jaya y Cochuna, colindantes al sur con La Ciudacita.
El agua es abundante en la zona.
Se privilegió el río De las Pavas, antes que los circos glaciares de los ríos Jaya y Cochuna (donde tuvieron lugar las labores mineras) a fin de tener una amplia visión hacia el este (hogar de los predadores) y una vía fácil de escape, a occidente, por el Portezuelo.
Primó, entonces, el criterio de la seguridad sobre la economicidad. Téngase presente que, un esclavo del paralelogramo, cotidianamente, debía ascender desde los 4.000 hasta los 4.500 m.s.n.m., luego descender hasta los 4.200 m., hasta el Jaya, y acometer su rutina diaria de perpetua excavación. Al fin de la jornada, debía recorrer el camino inverso.
Bajo las actuales condiciones de trabajo la actividad desarrollada sería totalmente antieconómica, teniendo presente que en traslados se insumiría un tercio del jornal abonado. No obstante, consideremos que, probablemente seis meses por año (noviembre a abril), cuando las temperaturas no son tan extremas, era factible trabajar durante parte de la noche.
Amén de lo expuesto, el inca no abonaba a sus esclavos jornal alguno, y poco debía interesarle la fugacidad de tantas vidas por la excesiva demanda laboral, ó las condiciones infrahumanas de su desempeño.
Obviamente, los objetivos del emprendimiento fueron obtener oro a cualquier costo.
Los costos del proyecto eran vidas humanas.
Conclusiones
La Ciudacita fue un emprendimiento minero que erogó una urbanización, cuyo diseño previo es indudable. El proyecto fue implantado en un área de fuertes pendientes (15 a 30%), con un delicado ajuste a la realidad. La estratificación social de la ciudadela perpetúa conceptos aún vigentes: los barrios bajos están a la vera de los ríos, en tanto la jerarquía ocupa las mayores cotas topográficas. Las clases privilegiadas ocupaban recintos circulares, los esclavos y los animales habitaban en formas paralelográmicas. Quedan para el enigma las señalizaciones, referidas, con increíble precisión, al norte verdadero, y sólo visibles desde al aire, aún a altitudes que superan los 50 Km.
(*)Lic. Guillermo A. Vergar
Geólogo Consultor
Introducción
Se conoce desde la época de la colonia la existencia de importantes ruinas incaicas en los nacimientos del río De las Pavas (ó Del Conventillo), en la vertiente oriental de los Nevados del Aconquija.
Hasta hace cuatro décadas se las denominaba “Ruinas del Pueblo Viejo” hoy es, simplemente, “La Ciudacita”.
En 1980, Bassi, describe, por primera vez, un área de alteración hidrotermal en el portezuelo Chimberí-Bayo, con intensa decoloración de los macizos rocosos. El citado autor define anomalías tenues (pero interesantes) de cobre y molibdeno.
Esta área mineralizada linda por oriente, y está, eventualmente, vinculada genéticamente con una intrusión de diorita localizada en el Co. Bayo. Tiene rumbo submeridiano, oscilando su potencia, en planta, entre 100 y 500 metros. Brinda máximos espesores en la margen S del río De las Pavas, se estrangula hacia el S, en el Portezuelo Chimberí-Bayo al centenar de metros, luego se ensancha en la falda N del Clavillo Tucumano, quedando sólo delgadas guías hacia el valle del río Bolsón.
El objeto del presente es indagar los fundamentos tecnológicos que, eventualmente, justificaran las explotaciones mineras de los incas, en comarcas tan alejadas de sus lares.
El presente trabajo está dedicado al Prof. Dr. Orlando René Bravo, científico, estudioso y explorador incansable de nuestras cumbres serranas.
1.- Metodología de Trabajo.
Emprender una tarea como la presente hace dos décadas, hubiera sido inconcebible. La disponibilidad de imágenes satelitales color real (Tucumán 01) modificó radicalmente nuestro presente, no sólo para la observación geológica, sino para recabar detalles arqueológicos imperceptibles en fotografías aéreas convencionales. Téngase presente que la herramienta “zoom” brinda, con nitidez, escalas aún mayores que 1:10.000. Si a ello sumamos los colores obtenemos un universo de percepciones con muy exiguas limitaciones. Para la determinación de distancias, en una escala apropiada de trabajo, se dispuso de puntos acotados con GPS en las cumbres de los Cerros Indri, Morro de los Venados, El Negrito, Co. Bayo y Cabra Horco, ajustados al sistema geodésico WGS 84. Se supone que los instrumentos utilizados son satisfactorios a los fines propuestos.
2.- Localización de las ruinas y su infraestructura.
La principal urbanización está en la margen sur de la Qa. De las Pavas, ver mapa de ubicación, Fig. 1, e imagen satelital, Fig. 2.,constando, de oeste a este, de tres diseños bien definidos:
- Extremo occidental, ubicado a la mayor cota topográfica (4.500 m.s.n.m. promedio), formado por una elipse elongada según rumbo NE de 700 metros de longitud por 350 metros de ancho máximo. La elipse tiene inscriptos cuatro círculos:
a) En el extremo sudoccidental, el círculo mayor (y a mayor cota topográfica) tiene 300 metros de diámetro y muestra en su centro un ángulo de 90ª con vértice apuntando el oeste. Las rectas que definen este ángulo indican la elongación y ancho del óvalo.
b) En el extremo nororiental, y próximo a las riberas del río De las Pavas, un círculo de dimensiones intermedias, de 200 metros de diámetro, con dos segmentos de rectas interceptados a 90º entre sí, indicando el norte y este geográficos, coincidentes con la actual determinación satelital.
c) Entre ambos círculos mayores, respetando la armonía y simetría del diseño, hay dos círculos de cien metros de diámetro cada uno, construídos sobre un eje NO-SE, y equidistantes del centro geométrico del óvalo.
- El centro de la urbanización es un triángulo equilátero, de setecientos metros de lado, con vértice hacia el río De las Pavas, y base hacia el filo.
El trapecio que forma la mitad sur del triángulo está despejado, con indicios de intensa circulación. La mitad superior del triángulo tiene construcciones formando cuatro círculos dispuestos en un arco de circunferencia, y, hacia el vértice del triángulo, continúan tres círculos concéntricos a los anteriores. Estas últimas construcciones tienen un diámetro individual próximo a los 60 metros.
- El extremo oriental de La Ciudacita es un cuadrilátero, casi paralelográmico, de 700 metros de base mayor, colindante con el río por el este y norte. Su altura es de 350 metros.. Hay recintos rectangulares de una a tres decenas de metros de lado, fortificados hacia oriente con una robusta pirca. La urbanización está dividida por una calzada de 50 metros de ancho, de rumbo este-oeste, abierta hacia oriente (“Puerta del Sol”).
- El área urbanizada total es un trapecio de 1.400 metros de base al S, -base mayor- y 700 metros de base menor al norte, colindando, esta última, con el río, y ocupando una superficie próxima a las 126 Ha.. Adjudicando una superficie de 300 m2 por familia, descontando el área superior-central dedicada al esparcimiento, puede estimarse la concentración urbana en 4.000 viviendas. La Ciudacita fue un enclave minero de, aproximadamente, 10 a 15.000 habitantes.
En cuanto a la disposición de la población, la dividimos en tres sectores:
a) La gerencia y su servidumbre (el óvalo).
b) El ejército (el triángulo).
c) Los esclavos (el paralelogramo).
La ciudadela, en su faz constructiva, tuvo indudable diseño previo, clara intencionalidad e impecable ejecución. Considérese la inmensa dificultad emergente de transmitir un diseño en planta a una pendiente del 20 al 25%. A pesar del medio milenio transcurrido desde su fundación, no hay cárcavas de erosión, ni aún en los corrales, indicio del perfeccionismo y buen arte en el manejo del impacto hídrico.
2.a.- Los pobladores del óvalo.
El círculo mayor, con el ángulo recto indicando el oeste, y de mayor cota topográfica (el barrio más alto) era, muy probablemente, el hogar de los jerarcas, seguramente parientes cercanos del inca, con sangre real. Los dos círculos menores eran, eventualmente, servidumbre. El círculo intermedio con las siglas del norte y este verdadero era muy posible hábitat de la tecnología mayor (ingenieros, administradores, jueces, sacerdotes, etc.).
2.b.- El triángulo de la defensa
Su localización pone de manifiesto una necesidad de defender a la jerarquía ante posibles avances de enemigos de oriente. Era obvio que el gran temor de los incas eran los salvajes nómades pobladores de la llanura tucumana, probablemente muy proclives al saqueo. En caso de ataque, primero caerían las defensas atendidas por los esclavos, si éstos fueran doblegados, los jerarcas podían huir a occidente, a través del Portezuelo de los Campos Colorados, con las espaldas guardadas por la aguerrida y bien armada guardia real.
Es destacable que no hay fortificaciones a occidente, por lo que puede suponerse que los incas no temían incursiones de los diaguitas. Conocedores de la valentía y destreza en combate de esta etnia, lo más probable es que hubiera buenas relaciones entre ambos pueblos, con beneficios recíprocos. Posiblemente los calchaquíes proveían comida para la mina a cambio de armas y herramientas de bronce aportadas por el inca.
En cuanto a los esclavos, es probable que, en virtud a las, aparentemente, buenas relaciones con los diaguitas, éstos fueran traídos desde el altiplano. Quizás eran kollas ó aimaraes, habitantes de ambientes de puna, aptos para soportar la altitud, las bajas temperaturas y más resistentes que el calchaquí a los trabajos forzados.
Las intenciones falaces de esta actividad se fundaban en las supuestas libertades de los curacas “para explotar las minas, aunque fueran sólo para permitirles hacer obsequios al soberano” (Berthelot, J., 1990)
2.c.- El paralelogramo de la esclavitud.
Constituían la mano de obra gratuita del inca, y, tal como supusimos precedentemente, los primeros en morir en caso de invasión.
Ocupaban el barrio bajo, junto al río, y sus viviendas seguían un diseño paralelográmico, también utilizado por el inca para los corrales de sus llamas. Este detalle constructivo nos ilustra referente a la ponderación que hacían los “hijos del sol” de estos seres humanos. Eran sólo instrumentos descartables para obtener oro para el inca.
3.- Alimentación de la mina.
Ocupando una mesada de 1,5 Km de longitud este-oeste, con un ancho medio de 150 metros hay corrales, de diseño paralelográmico, donde estacionaban sus llamas para consumo. El agua de bebida de estos camélidos se surtía de un acueducto que transcurría hacia el naciente por el borde del talud rocoso. Hay una senda bien marcada que, con rumbo al poniente, cruza el Portezuelo de los Campos Colorados y, siguiendo el río Del Tesoro atraviesa los oasis pedemontanos de El Tesoro de Arriba y Cerrillos. En estos parajes, merced a la abundancia de pasturas, habría tenido lugar la crianza de camélidos que, gradualmente, surtirían de alimentos a La Ciudacita.
En cuanto a las sendas utilizadas por los incas para el traslado del ganado, a diferencia de nuestros actuales baquianos, éstos utilizaban los filos y los altos faldeos. Esta conducta puede deberse a la necesidad de tener siempre buena visibilidad, por razones defensivas.
En el piedemonte occidental del Aconquija no se observan, en las imágenes satelitales color real, utilizadas en la actual evaluación, rastros de terrazas de cultivos. Muy probablemente se surtían de granos y tubérculos mediante el ya supuesto intercambio con los diaguitas.
4. Logística de la localización.
El enclave utilizado para la construcción de la ciudadela, es el único que tiene acceso posible, desde el Valle de Yocavil, atravesando el Portezuelo de los Campos Colorados.
El Tesoro de Arriba y Cerrillos, oasis pedemontanos, están muy próximos a la ciudadela, por occidente, configurando excelentes campos de pastoreo para el ganado –base de su alimentación-..
Los materiales glacilacustres y tilloides que albergan oro libre están en los circos glaciares de Jaya y Cochuna, colindantes al sur con La Ciudacita.
El agua es abundante en la zona.
Se privilegió el río De las Pavas, antes que los circos glaciares de los ríos Jaya y Cochuna (donde tuvieron lugar las labores mineras) a fin de tener una amplia visión hacia el este (hogar de los predadores) y una vía fácil de escape, a occidente, por el Portezuelo.
Primó, entonces, el criterio de la seguridad sobre la economicidad. Téngase presente que, un esclavo del paralelogramo, cotidianamente, debía ascender desde los 4.000 hasta los 4.500 m.s.n.m., luego descender hasta los 4.200 m., hasta el Jaya, y acometer su rutina diaria de perpetua excavación. Al fin de la jornada, debía recorrer el camino inverso.
Bajo las actuales condiciones de trabajo la actividad desarrollada sería totalmente antieconómica, teniendo presente que en traslados se insumiría un tercio del jornal abonado. No obstante, consideremos que, probablemente seis meses por año (noviembre a abril), cuando las temperaturas no son tan extremas, era factible trabajar durante parte de la noche.
Amén de lo expuesto, el inca no abonaba a sus esclavos jornal alguno, y poco debía interesarle la fugacidad de tantas vidas por la excesiva demanda laboral, ó las condiciones infrahumanas de su desempeño.
Obviamente, los objetivos del emprendimiento fueron obtener oro a cualquier costo.
Los costos del proyecto eran vidas humanas.
Conclusiones
La Ciudacita fue un emprendimiento minero que erogó una urbanización, cuyo diseño previo es indudable. El proyecto fue implantado en un área de fuertes pendientes (15 a 30%), con un delicado ajuste a la realidad. La estratificación social de la ciudadela perpetúa conceptos aún vigentes: los barrios bajos están a la vera de los ríos, en tanto la jerarquía ocupa las mayores cotas topográficas. Las clases privilegiadas ocupaban recintos circulares, los esclavos y los animales habitaban en formas paralelográmicas. Quedan para el enigma las señalizaciones, referidas, con increíble precisión, al norte verdadero, y sólo visibles desde al aire, aún a altitudes que superan los 50 Km.
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