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domingo, 10 de agosto de 2014

UN GRAN EJEMPLO

UN GRAN EJEMPLO

Si ahora los funcionarios FUESEN como este hombre, aun sin llegar a su extremo, otra seria la Argentina, un país maravilloso, donde seguramente la inseguridad, deuda externa y pobreza no serian los temas de todos los días.
Ruloquaglia

El Diario La Nación (Octubre de 1951) publicaba esta anécdota, que deberían conocer todos los legisladores y tomarla por ejemplo::"Cierto domingo de un frío invierno, al mediodía, un anciano, pesándole más los años que el maletín de gastado cuero cargado de betún y anilinas Colibrí para los zapatos con que se ganaba la vida, vistiendo un traje gris, pobre y limpio y con la barba larga, pero cuidada, subió a un tranvía.Después de sacar el boleto se sentó al lado de un señor que venía leyendo un libro.-“Cantos de vida y esperanza”, de Rubén Darío. El anciano le dijo algo al pasajero lector, y luego se enfrascó en sus cosas sin prestarle más atención. Se concentró en contar algunas monedas que había obtenido de la venta del día..Sí, es él, -pensó el lector; ese al que ahora se le caía una moneda de un peso y se levantaba cansinamente a recogerla. Era él, el mismo que decían que vivía en un cuarto de la calle Cerrito que se venía abajo; el mismo que había rechazado una pensión que le correspondía; el amigo de Yrigoyen; el vicepresidente de Alvear... el que tampoco aceptó una casa que el gobierno quiso darle para que viviera como merecía. Sí, era Elpidio González.El viejo político, con la moneda recuperada en su mano, jadeó un poco. Se había agitado al agacharse a recogerla. Y, como justificándose, dijo a su vecino, al sentarse nuevamente junto a él:-Si no la uso para limosna, la usaré para comer.Y en la siguiente parada se alejó hacia la puerta trasera, como un espectro, para irse.- ¡Oiga, señor González! -le dijo el viajero-, sírvase guardar el libro que le agrada con usted.Sería un honor para mí que lo aceptara.El anciano le miró agradecido y, cerrando los ojos, le dijo con convicción y humildad:-Un funcionario, aunque ya no lo sea, no acepta regalos, hijo. Y, además, recuerdo bien a Darío, mejor que a los precios de las pomadas:“...y muy siglo diez y ocho, y muy antiguo, y muy moderno; audaz, cosmopolita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y una sed de ilusiones infinita… ”Después de recitar su estrofa, tras la parada, el anciano bajó del tranvía y se perdió en la historia, con toda la riqueza de su pobreza -guardada en un maletín viejo, lleno de pomadas, y de unas pocas monedas escurridizas.Un hombre olvidado, quizás, porque es un espejo en el cual muy pocos -o acaso nadie en la política argentina de hoy- pueda mirarse... Elpidio González,recordamos, rechazó toda pensión del estado que le correspondiera, y había sido: diputado nacional, ministro de Guerra, jefe de Policía, vicepresidente de la República, ministro del Interior y, finalmente, preso político durante dos años, tras el derrocamiento del gobierno democrático de Yrigoyen, que integraba.“ Su paso por los altos cargos públicos no había significado para él un enriquecimiento material. Pobre, muy pobre, hizo frente al violento cambio de la fortuna con estoica simplicidad ”

Fuente: Fresia Robinson en su muro de Facebook