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jueves, 7 de agosto de 2014

Un cuento no tan chino

Un cuento no tan chino

Por Pablo Sirvén | LA NACION

El kirchnerismo mira a China como un adolescente en pleno estallido hormonal que sueña con levantarse a una chica más grande. Pero por más que eso nunca sucede, jamás deja de intentarlo una y otra vez. Desde las épocas de Néstor ambicionan recibir del Lejano Oriente una parva de billetes. Pero nunca llegan en la cantidad esperada. Ni siquiera con la reciente visita del canciller Héctor Timerman a Pekín en busca de inversiones en trenes y represas y un deseado swap de monedas, quien afirmó, de todos modos, que el comercio entre los dos países se cuadruplicó en los últimos diez años.

La fascinación argentina por el gigante asiático no cede aunque tenga más de fantasías que de realidades concretas. Ni siquiera algunas afinidades ideológicas de los últimos años han logrado que se traduzcan en un intercambio comercial más vibrante. Expertos en el terreno de lo virtual, siempre van en busca de acciones que, al menos, sirvan para alimentar el capítulo internacional del "relato".

Sin ir más lejos, en estos días, la Argentina es "país invitado de honor" del 15° festival de Artes Escénicas de Shanghai. Desde el viernes de la semana pasada hasta mañana se desarrolla la "Semana Argentina", con la participación de más de 40 artistas nacionales, entre otros, Néstor Marconi y su octeto, y el bailarín Juan Pablo Ledo.

Si bien China se da tiempo para estos encuentros sociales con socios tan periféricos como nuestro país, en verdad tiene su cabeza en otra parte: acaba de sesionar el III Plenario del comité central del Partido Comunista en cuyo seno se tomaron trascendentales medidas económicas. Después del "modelo" de hace tres décadas de Deng Xiaoping, consistente en fundar la prosperidad china en la apertura de la economía, fomentar la industria pesada y las exportaciones, ahora la solución encontrada podría hacer creer a los K que fueron fuente de inspiración: apuntalar el consumo doméstico, en el marco de la heterodoxa "economía socialista de mercado". La original idea de los herederos de Mao es "mejorar el capitalismo", pero sin conceder las "frívolas" libertades de las democracias occidentales.

Con Xi Jinping, el presidente al frente de un país con más de 1300 millones de habitantes, China piensa a lo grande y tiene nuevos planes para el mundo: "desamericanizarlo". La agencia oficial de noticias Xinhua lo acaba de decir con todas las letras: "Un nuevo orden mundial debe ser puesto en mando". A China le cayó muy mal el shutdown , el cierre del gobierno norteamericano durante 16 días el mes pasado, situación que podría repetirse no bien comience 2014. No es una postura retórica: su preocupación es también económica ya que es propietaria de 1,3 billones de dólares de la deuda norteamericana.

Y, por si fuera poco, desde Xinhua también atacó a Google, por no estar "en posición moral de aleccionar sobre la libertad en Internet", tras los sonados casos de espionaje norteamericano en varios puntos del planeta.

Los peligros occidentales a los que el imperio oriental quiere seguir cerrándoles el paso se concentran en el sistema democrático: participación civil, respeto a los derechos humanos, libertad de expresión y libre mercado.

Considerada por Reporteros sin fronteras como "la mayor agencia de propaganda del mundo", Xinhua depende directamente del Consejo de Estado de la República Popular China. Tiene más de 30 oficinas en su país, 160 corresponsalías en el mundo y un total de 17.000 empleados.

El férreo manejo centralizado de la información que ostentan los chinos se le hace agua la boca al kirchnerismo. Ya desde la época en que Martín García estaba a cargo de la agencia Télam, la debilidad por los orientales se hizo evidente. Todavía se recuerda cuando en noviembre de 2010 recibió a Yu Gingchu, director del Diario del Pueblo (el de mayor tirada de China, unos 2,4 millones de ejemplares) recordando cómo en su juventud gritaba la consigna "Mao, Perón, un solo corazón".

Lo cierto es que a Xinhua ahora le sonó la alarma por el lado más inesperado: el gobierno populista de Nicolás Maduro acaba de aplicarle una fuerte multa de más de tres millones de bolívares (unos US$ 475.000) por tener empleados precarizados en Caracas. La noticia logró un efecto dominó sobre varias de las oficinas de los otros 11 países latinoamericanos con representantes de la agencia, que también cuenta con una dotación mínima ubicada en el centro porteño. Los chinos, que no dan fácilmente su brazo a torcer, echaron en represalia a todo su personal venezolano.

Mauricio Weibel, presidente de la Unión Sudamericana de Corresponsales, opina que "en Venezuela, Argentina y Chile hay reportes formales e inoficiales de que Xinhua maltrata laboralmente a sus periodistas, incumpliendo en algunos casos las leyes locales" y agrega que "es una situación grave que merece toda la atención de los gobiernos".

Contradicciones del comunismo chino: mientras mantienen en negro a sus periodistas, sus jefes se pavonean en autos de alta gama y disfrutan de casas lujosas. Después de todo, lejos de casa, Occidente no está tan mal..