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domingo, 25 de enero de 2015

¿Quién mató a Nisman?

Sarlo: "¿Quién mató a Nisman?"
25 de Enero de 2015



Por Beatriz Sarlo.
Perfil

Pandilla. A Nisman le dieron pistas falsas. Lo sostuvo la Presidenta y también una autoridad jurídica como Zaffaroni, ecuánime evaluador de cualquier cosa que concierna al kirchnerismo. A su vez, Nisman, hace cuatro años, calificó como falsa la denuncia de Pepe Eliaschev sobre las negociaciones secretas con Irán. O sea que la que había sido “una falsedad” se convirtió más tarde en el núcleo de sus acusaciones a la Presidenta y al canciller. Nisman afirmaba en su escrito que existía un plan para encubrir a los imputados iraníes. Y daba los nombres de una pandilla: D’Elía, Esteche, Yussuf Khalil, el camporista del riñón presidencial Andrés Larroque, Héctor Luis Yrimia y Allan, de quien todavía no podemos estar seguros si servía o no al Gobierno, estuviera o no en la nómina de la SI. En caso de que las operaciones hayan sido confiadas a esos sujetos, el panorama es tétrico.

Epistolario. El apresuramiento de Nisman por regresar a la Argentina abre preguntas todavía sin respuesta. Muchos kirchneristas se conduelen por una hija suya que estuvo tres horas sola en el aeropuerto de Barajas, como si éste, y no la muerte violenta de su padre, fuera el trauma de esa criatura.

La Presidenta, en su primera carta a los argentinos, no se olvida de mencionar a sus dos vástagos, Flor y Maximito, pero no tiene una palabra para la familia del fiscal. Todo sucede en esa carta como si quien la escribió fuera insensible. A la Presidenta le falta imaginación moral.

El estilo de esa primera carta es el de una enredada divagación, cuya chatura no impide que todo suene inapropiado y casi delirante. ¿La Presidenta no sabía que su carta iba a ser leída como la reacción oficial del gobierno argentino en el exterior?

De la segunda carta de la Señora Presidenta mejor no hablar. Nisman fue un cabeza de chorlito que le hizo caso a Stiuso (sólo porque así se lo había ordenado Néstor Kirchner) y si la Argentina le vende granos a Irán en algún momento, la Señora, con previsora táctica, le indica a la AFIP la lista de las empresas exportadoras. Si la primera carta era insensata, ésta es cruel y vengativa. Cristina Kirchner no escribe a la altura de la función que desempeña.

Llora por mí, Argentina. En la marcha del lunes pasado en Plaza de Mayo, vi un cartel que decía: “Nisman no se suicidó. Lo mató el miedo a la verdad”. Aunque se gritaban insultos a la Presidenta y su movimiento histórico (otro cartel: “Gobierno asesino y ladrón, mataste a Nisman”), había más gente emocionada y confundida que colérica. Muchos se abrazaban, buscando un cuerpo a cuerpo, un colectivo, un sujeto cuyo plural superara la confusión. Muchos lloraban.

Cuando los ciudadanos creen entender qué sucede, incluso cuando se equivocan, esta creencia es tranquilizadora. Por el contrario, cuando no se entiende, poco sirve atribuir una culpa a alguien. Esa noche en la Plaza, quienes culpaban al Gobierno no podían encontrar un relato que apoyara esa certeza, porque los fragmentos de “datos” y “hechos” pertenecen todavía hoy a una esfera oscura y cambiante.

La pesadilla no es sólo lo sucedido. La pesadilla es no entender lo que sucedió. Las pruebas que iba a presentar Nisman hablan de un pacto cuyos frutos serían de todos modos injustos para con las víctimas e irrisorios en términos de interés nacional. Si la denuncia de Nisman tenía bases ciertas, nos vendíamos barato.

El juego peligroso. Quizá dentro de veinte años, un historiador escriba este capítulo de nuestra política internacional señalando dos ejes: el amateurismo de la conducción diplomática local y el giro de la Argentina dentro de las zonas de influencia planetarias. En ese giro, el amateurismo argentino creyó que podía comportarse como país “grande” cuando, en realidad, ponía en práctica una estrategia poco responsable para un país que es tercera línea en la geopolítica mundial.

Y por si esto no alcanzara, están los espías y los servicios de inteligencia, una estructura de poder desconocida que cambió de jefe en diciembre. Ese cambio fue un presagio. Algo iba a suceder porque, sencillamente, nadie previó la enorme dificultad de reformar un servicio de inteligencia cuyos jefes no quedan nunca del todo a la intemperie. Mayor dificultad todavía si el nuevo jefe designado no es un experto. Mayor aun si, frente a un organismo típicamente corporativo como son los servicios, la Señora se ocupa de la única corporación que le quita el sueño: el periodismo y la megaempresa de Magnetto.

Argumento para Walsh. En su segunda carta, la Presidenta afirma que la operación contra el Gobierno no consistió en la denuncia de Nisman, promovida por Stiuso, sino en su asesinato. Las acusaciones del fiscal fueron simplemente un motivo aparente para que se pensara que sus (futuros) asesinos provenían del Gobierno.

Flor de trama para quien quiera ser el Rodolfo Walsh de esta etapa, aunque desconfío que haya aspirantes en el kirchnerismo. Walsh investigó el caso Satanowsky denunciando a los servicios y a un general del Ejército. Casi sesenta años después, sujetos igualmente protegidos por años de impunidad y chapucería política intervienen ya no en la disputa por la propiedad de un diario (como sucedió en el asesinato de 1957), sino en una guerrilla cuyo escenario son los niveles más altos del Estado.


Fuente: http://www.perfil.com/columnistas/Quien-mato-a-Nisman-20150124-0004.html

martes, 15 de octubre de 2013

Un aplauso para el asador

Un aplauso para el asador


Por Beatriz Sarlo |  Para LA NACION

Hoy cierra esta galería de perfiles políticos. Las elecciones
acontecerán la semana que viene; por lo tanto, descuelgo los retratos y procedo a devolver el local a sus dueños. Los buenos cierres son los que se festejan. Se me había ocurrido un asado. Pero, dadas las circunstancias, abandoné la idea.

Además me di cuenta de que no tenía asador a quien agradecer con el tradicional aplauso. Todos están ocupados en adivinar las claves de la salud presidencial más allá de los boletines médicos. Ocupados en despachar a Boudou a los lugares menos visibles y cortarle todo acceso a la simpática cadena nacional. Ocupados, también, en redefinir las tareas de cierre de campaña y ponerlas más a tono con la necesidad de mantener dos objetivos al mismo tiempo: arrimar unos votos por el influjo de la piedad ante un ser humano enfermo; restarle trascendencia a cualquier enfermedad presidencial. Como sucede con las enfermedades de las celebrities , ambas líneas de acción se contradicen. Incluso algunos audaces e inventivos sueñan con un gran acto de la Presidenta, heroína de tragedia griega, que imaginan dispuesta a todo, incluso al sacrificio de cerrar una campaña electoral con la perspectiva de perder en los comicios. Una carta de Cristina a todos los argentinos y todas las argentinas no estaría mal y sería más descansado.

Los peronistas se han visto ante contradicciones peores. Basta pensar en Daniel Scioli, gran asador, para quien, sean los resultados que sean, muchos del Frente para la Victoria deberían pedir un aplauso. Le han tocado no sólo las últimas semanas de campaña sino también poner la cara la noche del 27 de octubre, rito de fin de fiesta electoral del que la Presidenta, por lo que sabemos hasta ahora, quedaría liberada gracias a su dolencia. Esa noche, no será Insaurralde sino Scioli quien, si quiere tener futuro, deberá actuar en tiempo presente. Parece difícil que la Presidenta sacrifique su salud para ahorrarle a Scioli ese mal momento que ya le estaba destinado antes de que Cristina tuviera que operarse.

No han sido fáciles las cosas para este hombre. El kirchnerismo le obsequió una ininterrumpida ducha de agua hirviendo y agua helada: lo quisieron tener cerca; lo echaron de todos los convites; lo volvieron a llamar; lo retaron frente a los senadores, en la misma cámara que presidía; lo desafiaron en público; lo ningunearon; lo pusieron como candidato testimonial contra su voluntad; lo humillaron; le tiraron por la cabeza el Partido Justicialista después de la derrota del 2009, partido al que Scioli, ahora quiere revivir con respiración boca a boca; le criticaron los amigos y conocidos y le impusieron el vicegobernador; le mandaron jóvenes y viejos a cuestionarlo; lo saludaron con un beso; ni siquiera lo saludaron; lo pasaron por alto y le cortaron los víveres; le giraron una parte del presupuesto cuando el agua le llegaba a la boca y la provincia no pagaba aguinaldos; lo subieron al palco cuando pareció indispensable; lo bajaron de allí cuando se les dio la gana. Scioli asimila cada ofensa como si fuera la medalla de una guerra cuyo desenlace él quizá conozca. O lo ignore y muestre sólo un inquebrantable optimismo.

Cuando Sergio Massa se presentó con el Frente Renovador a competir en la provincia de Buenos Aires, la Presidenta miró las encuestas de popularidad y llamó urgente a La Plata. El razonamiento que precedió a ese llamado puedo imaginarlo: que Scioli nos ayude a pararlo a Massa y, si no le alcanza, que pierda con nosotros. Así lo convirtieron en el padrino de Insaurralde, cuya falta de sustancia es mayor a medida en que va siendo más conocido. La Presidenta se convirtió en su madrina mientras pudo, hasta que se golpeó la cabeza.

Así son las cosas, para el hombre que ha jugado al fútbol con casi todos los justicialistas en su quinta La Ñata, a la que también invitó a Macri. Scioli conoció al peronismo con Menem; luego con Duhalde que se lo endosó a Néstor Kirchner y, finalmente, con Cristina. Tiene un máster de la Universidad de la Matanza en Partido Justicialista y un doctorado en Harvard sobre kirchnerismo. Seguramente tiene otras cualidades que han sido muy comentadas: paciencia, modales mansos y disposición a tragarse las ofensas. Agregaría: astucia. No sé si estas cualidades son suficientes para llegar a presidente de la Argentina. Fueron suficientes para asegurarle la sobrevida hasta hoy.

Cuando, impulsado por su precoz ambición y la del grupo económico que lo rodea, Sergio Massa abandonó el barco, Scioli se ató al mástil. Pensó que abandonarlo era siempre un "antes de tiempo". Si tuvo razón, y finalmente el justicialismo se reagrupa alrededor de la casa de gobierno de La Plata, se dirá que ha tenido el sentido de la oportunidad; que supo correr bien la carrera, aunque diera la impresión de que no aceleró nunca. Si no tuvo razón, se dirá que fue un apocado y un timorato, al que podrá reconocerse el honorable atributo de la lealtad, una virtud admirada incluso por aquellos justicialistas especializados en cambiar de jefe de la noche a la mañana.

La galería de retratos se cierra hoy, porque faltan pocos días para las elecciones. Como en una novela folletinesca y sentimental, al final, la trama dio un giro: la enfermedad de la Presidenta le pone un poco de suspenso a porcentajes que parecían cantados. Hay imprevistos que tocan el corazón de los votantes. Prohibido subir el nivel de las críticas, como si éstas fueran un arma usada contra la Presidenta como persona y no contra una política que no lleva quince días sino años. Todos deseándole lo mejor, lo cual es humanamente adecuado. Scioli, en tanto, estará pensando: "La noche del 27, cuando tengamos los resultados, me va a tocar a mí". Justo a él que estuvo en segunda fila en el festejo de 2011.

© LA NACION

domingo, 6 de enero de 2013

“En ’6, 7, 8′ engañan a la audiencia”




Entre las entrevistas de mayor impacto de Magdalena Ruiz Guiñazú se destaca esta con Beatriz Sarlo, poco después de que la ensayista visitara 6, 7, 8, polemizara con sus panelistas y calificara al programa de “aparato paraperiodístico”



Intelectuales.”Debemos hacernos cargo de lo que escribimos o de lo que pensamos, e incluso ir, como en este caso, a territorios que pueden no sernos favorables.”

Pocas veces una entrevista televisiva ha tenido tanta repercusión como la que (hace casi dos semanas) ubicó a Beatriz Sarlo frente a lo que se suponía era casi un pelotón de ejecución y que, en cambio, resultó una lección inteligente de cómo responder a un panel que pretendió ser inquisitorial.
Todavía, una semana más tarde, Ricardo Forster se empeñaba en salvar su pensamiento (el de Forster) en la contratapa de BAE y Horacio Verbitsky dedicaba a Beatriz la tapa y un par de páginas en Página/12.
Por supuesto que una cosa es la percepción de quien observa y lee desde afuera y otra, la del objeto en cuestión.
—¿A qué atribuye este fenómeno que usted protagoniza? –preguntamos a Beatriz mientras una fría mañana de otoño azota Buenos Aires.
—Posiblemente a que, como invitada de 6, 7, 8, yo haya sido la primera opositora al kirchnerismo que haya aceptado sentarme frente a ese panel. Han ido a este programa otros opositores o quizá figuras no kirchneristas pero creo que he sido la primera en aceptar quedarme allí durante la hora y media que dura la puesta en el aire. Además, acepté sin condiciones. Lo único que pedí fue que mi libro ya hubiera salido, dado que tiene un capítulo dedicado a 6, 7, 8 y quise ser leal en este aspecto dándoles tiempo para que lo leyeran. No lo leyeron. Pero, bueno, ésa es otra cuestión. Repito, no puse condiciones. En primer término, me dijeron que iba a ser con el panel del programa y, luego, por Twitter me enteré de que iba a ir Ricardo Forster y, también más tarde, que estaría presente Mariotto. Creo que todo esto le dio una repercusión especial a 6, 7, 8 porque, también en el avance, el programa fue difundiendo que nos íbamos a encontrar esa noche. También el anuncio fue por Twitter, que es un medio muy politizado. Naturalmente, no todo el Twitter pero hay una zona importante de gente muy politizada que fue recogiendo el anuncio para convertirlo en un evento que tenía algo de político, algo de irónico-humorístico y otro poco de mediático.
—¿Pero usted no cree que la gran repercusión se debió, en primer lugar, a que tuvo el coraje de ir y enfrentarse con un programa de propaganda? Porque, tal como lo define Verbitsky muy claramente, no es un periodístico sino un programa de propaganda. Lo cual ubica correctamente el tema. Además, la serenidad con que usted se manifestó lo hizo doblemente interesante, al punto que, como decíamos, casi a dos semanas de la emisión se sigue hablando del programa, que interesó aun a gente que habitualmente no lo ve…
—Mire, para mí, la cuestión pasaba por lo siguiente: no es que yo estuviera esperando ese martes a las 20.30 como el acontecimiento más preciado de mi vida. Simplemente, suelo atenerme a ciertas reglas intelectuales y morales. Creo que los presidentes deben dar conferencias de prensa. Los funcionarios, también. Y en los reportajes creo que es natural que respondan preguntas. Entonces, me parece que los intelectuales debemos hacernos cargo de lo que escribimos o de lo que pensamos e incluso ir, como en este caso, a territorios que pueden no sernos favorables. Dicho esto, la consecuencia de haber ido al programa significa también que, en los próximos meses, no pisaré ningún estudio de televisión, de ningún canal, para no proporcionarle a 6, 7, 8 más archivo de imagen. O sea que la consecuencia está relacionada con la decisión de que, como 6, 7, 8 trabaja cortando, sacando de contexto y repitiendo imágenes o palabras de su entrevistado (no solamente me refiero a los entrevistados por ellos sino a los de todos los programas), para mí queda claro que, en los próximos meses no debo ir a ningún canal. Le diré más: han estado barriendo todo lo que ha aparecido sobre mí y no voy a proporcionarles ni una sola imagen más. Entonces, volviendo a su pregunta, ésta es una consecuencia que viene de un movimiento que es la afirmación de la libertad de prensa. Ni siquiera voy a entrar a discutir si es o no un programa de propaganda o un programa periodístico. Ustedes tienen el programa, yo voy. Y voy porque creo en la libertad de prensa, en la discusión y en el debate. Y ustedes encaran el debate posterior al programa de manera tal que hace imposible mi presencia como imagen durante un tiempo. A la palabra escrita no la puedo medir, claro, porque si yo me borrara de la gráfica me estaría borrando de mi propio trabajo.
—¿Usted está invitando al panel de “6, 7, 8” a que reflexione sobre esto?
—Es decir que no actúen como una amenaza sobre las opiniones a las que descontextualizan porque, de esta manera, cualquiera que emita su opinión puede sentirse amenazado.
—Además, me parece que aquí surge el filtro de la omnipotencia que significa haber creado un aparato estatal de las dimensiones del que posee el Gobierno. No hay más que mirar la lista de medios en manos del Gobierno para advertir su extensión. Entonces, el hecho de que alguien se haya atrevido a sentarse tranquilamente a contestar causa un gran revuelo… a tal punto que nos asombra. Como si hubiéramos perdido la noción de lo que es la libertad de pensamiento.
—Sí. De todas maneras, yo pienso que hay intelectuales de Carta Abierta, como puede ser el caso de Forster o de Horacio González, que contestan a cuantas preguntas se les hagan. Incluso, creo que hay intelectuales que pertenecen al universo kirchnerista que, frente a la prensa, tendrían la misma actitud que yo. Estoy casi convencida de esto. El problema son estos aparatos paraperiodísticos. Que no son aparatos intelectuales. Le completo: son aparatos mediáticos y paraperiodísticos. No son periodismo en el sentido puro de la palabra. Además, desde el punto de vista periodístico, son muy malos. En principio porque parecerían no conocer la producción de la noticia. Por ejemplo, la forma en que ellos producen los informes que aparecen allí. Como en el caso del programa en el que me tocó ir a mí, donde mostraron un informe sobre los “indignados” españoles en el que parecería que no hubieran consultado la prensa internacional. Me refiero a prensa en español. Ni siquiera hablo de la que se publica internacionalmente en otros idiomas porque, si usted lo hace, queda como un pedestal cosmopolita. Pero estoy hablando de la prensa española que se encuentra en los portales y que es de acceso gratuito: El País, La Vanguardia, El Mundo… incluso, el ABC. En 6, 7, 8 cubrieron la noticia de un modo radicalmente diferente. O sea que han engañado a su audiencia. La cobertura sobre los “indignados”, repito, es un engaño al que están sometiendo a la su audiencia que, al ver esto, pensará que así se está cubriendo en España una crisis como la que ha producido este movimiento juvenil. Insisto en que esto me parece grave porque fomentar la ignorancia del público no es un acto ni progresista, ni nacionalista, ni redistributivo. Me parece que es un acto que debería ser suprimido del propio modelo… (dado que a ellos les gusta hablar de “modelo”), porque equivale a mantener a su público en una especie de cautiverio ignorante. Además, tengo la impresión de que ellos mismos, al mantenerse dentro de esa especie de cautiverio ignorante…
Beatriz reflexiona en silencio y continúa:
—No puedo creer que esos periodistas que estaban sentados alrededor de la mesa piensen que, realmente, las manifestaciones de los “indignados” son cubiertas de este modo por la prensa española. Y esto es grave porque ellos hablan todo el tiempo de la crítica de la prensa, de la crítica de la construcción de la noticia y finalmente transmiten una noticia internacional que, por como estaba editada, parecía una película de Michael Moore. Además, había una especie de separadores en los que aparecía Carrió… y la verdad es que no se sabía muy bien qué hacía Carrió en medio de los “indignados” españoles. Separadores que pertenecen, más bien, a la cultura del “clip”; a una prensa que quiere transmitir ciertas ideas y una determinada visión del mundo.
—Volviendo a su presencia en “6, 7, 8”, una semana después, desde la contratapa de “BAE”, Ricardo Forster la acusa de “desideologización”. ¿Cómo recibe una acusación de este tipo?
Beatriz Sarlo permanece en silencio otra vez y luego, con una semisonrisa, dice:
—“Nada…” Le diría que “nada”, como se contesta en la cultura juvenil. No tengo que demostrar que no soy una persona “desideologizada”. Mucho no tengo que demostrarle a Forster. Que yo piense que tanto en el campo de la cultura como en el campo del periodismo no existe sólo la lógica del dinero, del poder o de la ideología significa que también hay lógicas formales. Que, por ejemplo, existe la lógica periodística, por la cual un diario oficialista como Página/12 se vuelve un muy mal diario. Que yo piense eso no me convierte en una persona “desideologizada”. Entonces, no tengo que andar mostrándole papeles a Forster. Ni ahora, ni antes. Ni se los pido. Es más: le conozco sus papeles a Forster y no se los pido. Ni se los voy a andar mostrando a la gente. No tengo nada para decir. Que tomen lo que yo escribo y vean si es “desideologizado”. Que lean lo que yo he escrito sobre todos los actos del kirchnerismo y díganme si no soy una persona capaz de captar una dimensión cultural; que tomen lo que he escrito sobre David Viñas, sobre la propia muerte de Kirchner, que tomen mi nota de La Nación y que lean mi libro. Yo no tengo por qué andar demostrando que tengo una ideología. Directamente me están exigiendo pureza de sangre ¿Qué quieren? ¿Saber de mis abuelos ideológicos? Yo no les pido pureza de sangre a los de Carta Abierta pero tampoco voy a admitir eso. Tengo una historia atrás. Si me quieren tirar un expediente, no lo van a poder encontrar. Creo que es por eso que están desesperados.
—También Forster habla de escribir o hablar desde las empresas que, “desde antiguo son la voz doctrinaria de la derecha argentina. Todos prefieren mirar para el costado o con cara de “yo no fui”.
—Yo creo, y traté de decirlo también en 6, 7, 8, que el periodismo tiene varias lógicas entrecruzadas. Una lógica es la de los intereses económicos. En algunos casos, del propio grupo periodístico y, en otros, de ese grupo y otras empresas más. Esa es una lógica. Pero no podrían hacer medios “solamente” con esa lógica. Porque está también la lógica periodística. Entonces, hay un entrecruzamiento y un tironeo, un conflicto permanente entre estas dos lógicas. No puede haber un medio exitoso que exprese sólo los intereses económicos del “patrón” de ese medio. Eso no existe. Algo parecido ocurre con algunas de las revistas kirchneristas que muchas veces expresan “sólo” los intereses del patrón. Pero, aun en esas revistas y diarios, usted encuentra notas como las de Horacio Verbitsky o Mario Wainfeld, que no reflejan solamente los intereses “del patrón”. O sea: son dos lógicas entrecruzadas. Sin duda, en el capitalismo, ningún diario va a sacrificar, en última instancia, los intereses económicos de sus dueños o de sus accionistas. Sean éstos familiares o parte de un gran grupo económico, como pueden ser los casos argentinos más emblemáticos. No los va a sacrificar. Pero no sacrificaría por completo la lógica periodística porque la lógica periodística también tiene un valor importante en un diario. Sin ella, el diario o el canal de TV o lo que fuere no existe. Si pierde esa lógica periodística, deja de existir. Entonces, la idea conspirativa de que todos los días llega un radiograma de Magnetto a Radio Mitre (donde trabajo) y que Zlotogwiazda lo lee ante el equipo que está haciendo el programa con él es una idea ridícula. No funciona así. Deberían escuchar y leer algo más. No estoy pidiendo con esto que lean mis notas. Sería absurdo. Un acto de narcisismo y de personalismo. Pero tampoco voy a dejarme atacar después de haber escrito lo que yo he escrito durante años.
—Por supuesto.
—Entonces, tengo credenciales. A muchos de ellos también les reconozco credenciales. A otros, no. Punto. Y no tengo nada que demostrar. Trabajo donde me dan libertad para decir lo que pienso.
En toda la actitud de Sarlo se advierte, claramente, que nadie le va a imponer los temas sobre los que quieren hacerla hablar. Pero, para dar una idea de la resonancia que tuvo la actitud de ella en el programa 6, 7, 8, repetimos con asombro que, una semana después (domingo 29 de mayo) Página/12 le dedica la tapa y las primeras dos páginas que firma Horacio Verbitsky y el martes 31 de mayo en BAE, Ricardo Forster le consagra toda la contratapa.
—Me parece, Beatriz, que el Gobierno y sus amigos consideraron ofensiva su actitud (que puede gustar o no pero que es una actitud digna). No creo que si no le hubieran dedicado tanto espacio a su último libro, “La audacia y el cálculo”.
—Por supuesto que mi libro no hubiera recibido tapa o primera y segunda en ningún diario sensato de este planeta. Digamos que, dentro de una lógica periodística, una intelectual relativamente minoritaria (aunque eventualmente trabaje en los medios) como yo no puede recibir tapa de un diario. No me imagino a un secretario de redacción pautando en esa forma. Es entonces evidente que se trata de un ataque político fuerte, fundamentalmente destinado a los “propios”. Como decirles: “No se equivoquen. Además, esta mujer escribió un libro lleno de errores”.
Piensa, se detiene y luego:
—Ese cierre de Página/12 del domingo es muy curioso.
—¿Exactamente por qué?
—Yo recibo Página/12 en papel y, luego de la nota de Verbitsky, comencé a hojearlo y en Deportes, por ejemplo, hay un título de toda la página sobre el partido que perdió Del Potro con Djokovic que dice: “Conmigo no, Delpo…”. Entonces, yo digo: “Pero ¿quién cerró este diario? ¿O se fueron todos a dormir?”. Usan la frase que yo pronuncio en un momento de 6, 7, 8 para titular Deportes?
—Le aviso, Beatriz, que ya hay remeras.
—No, no… pero lo que yo quiero subrayar es el caos periodístico que eso significa: tapa, primera y segunda página, contra un libro de alguien, como yo, que es investigador del Conicet y sabe cómo se comprueban las cosas. Por otro lado, en Deportes, se olvidaron de que esa frase es mía y titulan con ella toda la página. Desde el punto de vista de la factura del diario, todo está mal hecho. Por supuesto que si uno lo piensa en cuanto a repercusión, no queda sino decir “ah, qué bien” pero el tema es que yo no busco una ventaja. Que mi libro haya sido inspeccionado como se inspecciona una ficha (es la forma en que inspecciona Verbitsky) me parece poco interesante pero, bueno… así son las cosas. Los ingleses jamás responden a las críticas bibliográficas. Las polémicas se arman sobre ideas. El crítico tiene el derecho de decir todo lo que quiera porque previamente existió el derecho del autor a escribir también todo lo que quiso. Es aquí donde yo pongo un punto. Me atengo a la norma británica.
—También Verbitsky dice que usted no conocía, al escribir su libro, el discurso que Kirchner pronuncia, en 1983, en el Ateneo Juan Domingo Perón y en el que juzga duramente a los comandantes de la dictadura. Pero, en 1983 llega la democracia. No entiendo demasiado esta mención que parece una respuesta a la cita que usted también hace de que, justamente en 1983, Kirchner vota al justicialismo, que consideraba legal la autoamnistía que se habían otorgado los militares.
—Hace unos cuantos días que las usinas kirchneristas están haciendo circular ese discurso. O sea que yo lo conozco ahora. No cuando escribí el libro. Sin duda, era uno de los discursos que pronunciaban los sectores juveniles en 1983. Pero, además, para mí la cuestión no es qué hizo Kirchner durante los años de la dictadura. Yo tampoco le pido certificados a nadie. Cuando me refiero a esta cuestión de qué hicieron los Kirchner en la Patagonia con el tema derechos humanos, tomo el período de la democracia. Me refiero a la amnesia que tuvo Kirchner, el día que recuperó la ESMA, y dijo que venía a pedir perdón por todo el Estado argentino que, por primera vez, hacía “algo” por los derechos humanos. Me refiero a eso. No juzgaría a nadie por lo que hizo o dejó de hacer durante los años de la dictadura. Por supuesto que, siempre y cuando, no haya colaborado con la dictadura. Que esto quede claro. Algunos se exiliaron, otros fueron al exilio interno, otros a los movimientos de derechos humanos. Algunos intentamos mantener viva alguna posibilidad de trabajo intelectual. Hubo verdaderos héroes culturales, como Boris Spivacov, que mantuvo la editorial cultural Centro Editor a pesar de los allanamientos policiales. Entonces, cuando me refiero a Kirchner y los derechos humanos, hablo del momento en que él ya es intendente y, luego, gobernador. Esto, por otra parte, se aclara muy fácilmente: el aparato cultural kirchnerista no tiene sino que ir a Río Gallegos, consultar la prensa de los 12 años durante los cuales Kirchner fue gobernador y observar cuántas veces se conmemoró el 24 de marzo. Es una investigación muy sencilla.
—¿Y a qué atribuye que, en aquellas disculpas que Kirchner pronuncia en la ESMA, omite el juicio a los comandantes, que es un hecho único en la jurisprudencia internacional?
—Esta es una cosa de la que yo me ocupo mucho en el libro. Kirchner llega como un héroe que va a poner el punto cero de la Historia. A partir de “El”, la Historia recomienza. Y lo hace sobre dos “olvidos” o tachaduras indispensables para él. La primera y más próxima es la tachadura del período de Duhalde y los años que tuvo a Lavagna de ministro de Economía. Esta es la primera tachadura. Kirchner viene en 2003 como si hubiera llegado, en realidad, en 2001. Tacha esos dos años. El quiere persuadirse de que encuentra el país como lo encontró Duhalde y el que debe ser “tachado” entonces ahí es Duhalde. Político con el que, debo decirle, no simpatizo. Pero una cosa es no simpatizar con un político, y otra reconocer qué ocurrió durante “su” presidencia. La herencia positiva que Duhalde le dejó a Kirchner es a través de Lavagna. Kirchner tuvo dos años para aprender de todo el manejo del aparato económico nacional que él no podía conocer de este modo por haber sido durante 12 años (con posibilidad de perpetuarse para siempre, como les gusta a ellos) gobernador de Santa Cruz. La otra “tachadura” que hace Kirchner es la del juicio a las juntas. Un juicio que marca la originalidad de la transición argentina y la distingue de la chilena, de la uruguaya y de la brasileña. En 6, 7, 8 dije que ese plano de televisión en el que se ve a los comandantes en el momento en el que son condenados no es cancelado por la Ley de Punto Final, ni por la Obediencia Debida ni por los indultos. Ese plano no se puede cancelar porque ya había operado en la sociedad. Entonces todos los juicios que, luego, habilita efectivamente el Congreso en un proyecto de ley cuya iniciadora, creo, fue Elisa Carrió pero que los Kirchner impulsaron e hicieron propio, todos los juicios que estamos viviendo hoy, son juicios a los que hay que poner en un punto de continuidad y ruptura con ese primer juicio que le da a la transición democrática argentina su originalidad y su valor. Es de las pocas cosas de las que podemos enorgullecernos los argentinos. Ahora bien, los peronistas no pudieron vivir esto con orgullo porque no habían podido tragar la derrota electoral. Estaban todavía, en el momento del juicio a los comandantes, envenenados por el hecho de haber sido derrotados electoralmente en una elección sin proscripciones Y sobre esto, durante el programa 6, 7, 8 Mariotto esgrimió un argumento verdaderamente extravagante por lo nuevo: dijo que ellos, los peronistas, habían tenido muy malos candidatos porque los buenos candidatos habían sido liquidados por el terrorismo de Estado. Lo menos que se puede decir de este argumento es, repito, que resulta extravagante. Un argumento que no sería aceptado por ningún tribunal de historiadores.

Fuente: Perfil.com

miércoles, 1 de junio de 2011

En el diván, con Mirtha Legrand

Artículo de la periodista española Pilar Rahola publicado en el diario El País:

El diario El País, de Madrid viene de publicar un texto de la socialista catalana Pilar Rahola, acerca de su participación en el programa de televisión de Mirtha Legrand junto a la señora Estela de Carlotto, jefa de las a sí mismas denominadas abuelas de la Plaza de Mayo, que prueba, una vez màs, que la ex vicealcaldesa de Barcelona “no tiene pelos en la lengua” al enfrentarla con las raíces éticas de su defensa de los subversivos del setentismo.


En el diván, con Mirtha Legrand

Por Pilar Rahola

La barroca elegancia de las grandes divas. Sus tacones de espanto en esos pies que han pisado décadas de éxito, glamour y belleza. Sus brillantes joyas, adornando una inteligencia mordaz, en un cuerpo que se enfunda en rosas imposibles.
La contemplo en su atalaya divina y el respeto adquiere el sentido de la admiración.
Si Argentina se observa desde la mesa elegantemente preparada de Mirtha Legrand, los tiempos y los hechos se ablandan como mantequilla, se vuelven algo tiernos. Comparto esa mesa televisiva, codiciada y amable, con mujeres de alta categoría y más alta voz: Estela Carlotto,la presidenta de las Abuelas de la plaza de Mayo; Olga Riutort, que aspira a dirigir los destinos de la ciudad de Córdoba, y una de esas mentes lúcidas que la política argentina sabe dar en los tiempos del desconcierto, Gabriela Michetti, mano derecha de Mauricio Macri en elGobierno de Buenos Aires.
Empieza el programa y el glamour acomoda el debate de las ideas: la memoria de la represión, los mitos intocables, el hambre entre la riqueza, el papel de la mujer… Vista desde la perspectiva que da la complicidad lejana – la mirada extranjera- Argentina preocupa tanto como seduce, sorprendente en sus logros y en su déficit. Vidas paralelas en muchos aspectos, la dictadura, la represión, la memoria, el terrorismo, Argentina no tomó el camino que el pacto de la transición marcó para la vieja Sefarad, (España) y esa bifurcación cambió los destinos mutuos.
Sé que decirlo remueve y araña mi alma antifranquista, pero viendo el círculo de odios, venganzas, juicios inacabables y toda suerte de denuncias cruzadas que aún atenazan -y condicionan severamente- la política argentina, creo que el camino que tomó la democracia española fue tan valiente, como necesario para garantizar el futuro.
A Argentina le pesa tanto el pasado, que a veces parece que habita en él, como si la realidad no fuera más que su derivada.
Un pasado, además, mirado con ojo tuerto, donde los dictadores y sus cómplices reciben el legítimo repudio y lentamente van pisando los suelos de la justicia; pero cuyos terroristas son considerados héroes del pueblo
Héroes. Lacra de toda Latinoamérica y no sólo de Argentina, la actitud de una parte del espectro social, que minimiza, justifica e incluso avala el terrorismo, es un penoso síntoma del relativismo ético que practican muchos líderes de izquierdas, hasta el punto de no conmoverse ni con la muerte masiva.
Ahí está, para vergüenza de Argentina y para vergüenza de la humanidad, el brindis que Hebe de Bonafini -la antigua presidenta de las madres de Mayo- hizo, celebrando el atentado del 11-S.
Un total de 4.000 muertos, 4.000 personas con sus vidas, sus esperanzas, sus ilusiones, convertidas en humo en manos del terror, y la risa de Bonafini bendiciendo la matanza.
Y su famoso ¡Viva ETA! En la España que la había invitado y aún lloraba la muerte de Ernest Lluch.
Hebe representa el paradigma de una izquierda violenta, revanchista hasta la locura, inequívocamente reaccionaria. Sin embargo, ¿es ella lo alarmante? Al fin y al cabo, personajes como Hebe o como otros que pululan por el continente, con el delirante Chávez a la cabeza, no son nuevos en el mercado del populismo demagógico. No. Lo alarmante es que el día después del brindis de muerte, las Hebes continúen teniendo micrófonos, vida social activa, miles de pesos de ayuda pública y hasta el aval institucional.
“Todos somos hijos de Hebe”, me aseguran que dijo Néstor Kirchner.
Sobran las palabras…
Eso es el relativismo ético, ésa es la quiebra de valores que, con angustiosa naturalidad, se puede respirar en la Argentina que avala determinado progresismo.
En esa Argentina y en alguna de las Españas… Como dijo el sabio, “habrá que defenderse de una derecha muy diestra, y de una izquierda muy siniestra”.
Más allá de la minimización del terrorismo, las víctimas de la dictadura están presentes, devoradas en los agujeros negros del horror, y no parece fácil enterrarlas. Estela Carlotto me lo dijo de forma descarnada y frontal: “tienen que pagar”‘. En su caso, por una hija muerta y una nieta desaparecida. Difícil cuestión, décadas después. Si no pagan por los crímenes, la impunidad ganará cruelmente la partida. Si pagan ¿cómo dejar fuera de la justicia a los que, en nombre de la libertad, también asesinaron?
Chile y Uruguay encontraron su camino, atribulado, doloroso y valiente, hacia la reconciliación. Argentina prefiere chapotear en un eterno barrizal.
Personalmente, no estoy segura de que alcance justicia, pero conseguirá niveles notables de venganza.
Y eso, que alimenta a las furias del pasado, puede ser dinamita para el futuro.

Pilar Rahola: El País. Madrid

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