Murio Arquímedes Rafael Puccio, el secuestrador serial
Tenía 84 años. Había recuperado su libertad en 2008. Era un "pésimo vecino y un viejo verde" para las vecinas que desconocían su historial criminal. De origen humilde, tuvo una extensa trayectoria en el peronismo.
Una de sus últimas fotos, ya radicado en La Pampa.
Arquímedes Puccio, el jefe de una banda familiar perteneciente a los sectores medios altos, que en los ‘80 secuestró a cuatro empresarios y asesinó a tres de ellos en su casa del partido bonaerense de San Isidro, murió esta madrugada a los 84 años en la ciudad pampeana de General Pico.
El fallecido había purgado dos tercios de su condena a 25 años de prisión, hasta que el 17 de julio de 2008 recuperó su libertad y se instaló en General Pico, donde vivía con una mujer varios años menor en una casa de la calle 4 al 1200.
Alrededor de las 4 de la madrugada, según confiaron fuentes policiales a DyN, Puccio murió a raíz de las complicaciones por un accidente cerebro vascular (ACV) que había sufrido en las últimas semanas y por el cual había sido atendido en el hospital local.
Puccio fue contador, diplomático y en la cárcel se recibió de abogado. Revolucionó las crónicas periodísticas en 1985 por su andanada de secuestros y crímenes, junto a sus hijos, que había comenzado en 1982.
Uno de ellos, conocido en el ambiente del rugby como "Maguila" era una de las grandes promesas del deporte sanisidrense por excelencia y hasta había jugado en Los Pumas.
El padre de Arquímedes fue vocero del Canciller Bramuglia, hombre del justicialismo, en tiempos del esplendor de Perón y Evita. Allí ingresó un jovencísimo Arquímedes en 1949 por recomendación de su padre.
Fue en aquella Argentina de la "justicia social", el diplomático más joven con tan solo 19 años y eso le valió una condecoración especial, entregada en persona por el general Perón.
El Ministerio lo echó años más tarde, durante la gestión del Canciller Zavala Ortíz, en el gobierno de Arturo Illia, por un incidente con una valija diplomática que contenía 250 pistolas Beretta, calibre 22, para contrabando. La justicia años más tarde, lo libró de culpa.
Siempre ligado al peronismo, junto a Bramuglia fundó el partido Unión Popular, de sello neo-peronista en tiempos de proscripción.
Luego, vino la militancia en una organización armada ultrista de la derecha peronista "Tacuara". Allí mixturó su raíz peronista con el catolicismo y se "familiarizó" aún más con el uso de armas.
En 1973, participó del secuestro del empresario Enrique Pels, directivo de Bonafide, por el cual se cobró un rescate de un millón de dólares.
Cuando Perón retornó a la Argentina, Puccio volvió a la escena y asumió como secretario de Deportes en la Municipalidad porteña, junto al intendente Leopoldo Frenkel, que durón tan solo 2 meses en su gobierno, y corrió la misma escasa suerte que el "camporismo".
La casa de San Martín y Omar en el coqueto San Isidro, pasó a ser "la casa del terror". Allí fueron asesinados, los empresarios Ricardo Manoukian, Eduardo Aulet y Emilio Naum.-
El 7 de febrero de 2011, LA NACION publicó una producción multimedia a 25 años de la detención de Arquímedes Puccio y su hijo, acusados de liderar una banda dedicada a capturar y asesinar personas. A continuación, aquel recorrido audiovisual por una historia marcada por las mentiras, los secretos y la muerte.
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Eran conocidos en el barrio. Tenían un local de artículos de deportes náuticos en la planta baja de su vivienda, y un bar en el edificio de al lado. Al jefe de familia, cuentan los vecinos, se lo veía permanentemente barriendo la vereda, a cualquier hora. La suya y la del frente, conducta que sorprendía pero no develaba lo que había literalmente debajo de todo esto: tres muertes y una historia de terror.
Es que el negocio de Arquímedes Puccio que ningún vecino conocía era el que mantenía en el sótano de la vivienda ubicada en Martín y Omar al 500, en San Isidro. Era el negocio del secuestro extorsivo, en el que se vio involucrado al menos uno de sus hijos y otras personas allegadas. La prensa los denominó el Clan Puccio, teniendo en cuenta que Arquímedes, un contador público que llegó a ser vicecónsul, era el líder.
Tres muertes. Corría la década del 80. Alejandro Puccio, uno de los 5 hijos del matrimonio de Arquímedes con Epifanía Angeles Calvo, era un renombrado jugador del Club Atlético San Isidro (CASI). Repentinamente, un conocido suyo, Ricardo Manoukian, de 23 años, desaparece el 22 de julio de 1982. Poco después su familia recibe un pedido de rescate de US$ 250.000, que paga con la esperanza de recuperar al joven con vida.
Pero eso no iba a suceder. El 30 de julio de ese mismo año, tres disparos en la cabeza acabaron con la vida de Ricardo Manoukian.
No pasó ni un año antes de que tuviera lugar otro hecho similar y en el mismo entorno. El 5 de mayo de 1983 Eduardo Aulet, ingeniero y también jugador del CASI, fue secuestrado cuando iba en auto al trabajo. También su familia pagó el rescate, esta vez de US$ 150.000. Pero fue en vano. Aulet fue asesinado y su cuerpo fue hallado cuatro años después.
Un tercer hombre se convertiría en víctima de la ola de secuestros que mantenía en vilo a los vecinos. En junio de 1984, el empresario Emilio Naum detiene su vehículo al ver que Arquímedes le hacia señas. Pero Naum ni siquiera llegó a ser capturado, porque al darse cuenta de lo que sucedía, intentó resistirse y fue asesinado de un balazo.
No había sospechabas en el barrio de que las pistas de estos crímenes se ocultaban en el sótano de los Puccio.
Un oscuro sótano.
Arquímedes había sido acusado de secuestrar a un empresario de Bonafide en 1973, pero fue sobreseído por falta de pruebas. Y ya para la década del 80 ese antecedente parecía haber sido olvidado, o era tal vez desconocido para sus vecinos.
Pero una cuarta víctima del clan, la única sobreviviente, puso fin al negocio. Se trata de la empresaria Nélida Bollini de Prado. Cuando la encontraron, la noche del 23 de agosto de 1985, llevaba más de un mes en cautiverio. Estaba atada al piso del temible sótano de los Puccio. Alejandro y su novia estaban en la casa cuando llegó la policía. El resto del clan fue detenido cuando intentaba cobrar el rescate.
Los vecinos recuerdan la sorpresa que se llevaron al ver la cuadra plagada de policías. "¿Te enteraste Tano lo que pasó?", le preguntó el diariero del frente de la vieja Municipalidad al dueño de la ferretería de la cuadra donde vivían los Puccio. Nadie se hubiera imaginado que todos esos años, el sótano de sus vecinos funcionaba como lugar de cautiverio para las víctimas de su negocio.Algunos ataron cabos al recordar a Arquímedes como "el loco de la escoba". Todavía se preguntan si sus barridas de las 3 de la mañana eran para asegurarse de que no se oyeran los pedidos de auxilio de las personas que mantenían en cautiverio en el sótano, que tenía una salida de aire que daba sobre la calle.
Fuente: Diario La Nacion