viernes, 21 de agosto de 2015

No me voy a habituar

No me voy a habituar
Dicen, los que me conocen, que soy una mujer de empuje y positiva, y la verdad es que yo me reconozco en esa apreciación.
Sin embargo, últimamente hay momentos que mi alma está húmeda como el tiempo y con falta de sol.
Nos veo cambiar en nuestras conductas cotidianas y no me alcanza con la solidaridad que manifestamos frente al que cae en desgracia.
Nos veo como aletargados frente a situaciones que son intolerables.
La corrupción, esa que mata día a día ha pasado a formar parte de nuestra habitualidad.
He visto detener su combate en la creencia generalizada de que nada se puede hacer.
Yo soy de las que cree que aún se puede predicar con el ejemplo.
Soy de las que piensa que es bueno que se pueda responder por nuestros propios actos.
Estoy convencida que tenemos derecho a pedir rendición de cuentas a los que roban, a los que se corrompen, a los que con su ignominia someten a los más débiles.
Creo que no está mal mirar hacia atrás.
Recordar a nuestros abuelos.
Sentirnos orgullosos como hijos de inmigrantes de lo que hicieron.
De cómo de la nada fueron construyendo sus propias casas, y lo que es más importante aún, en ellas establecieron su hogar y familia.
El puchero se hacía con lo que se sembraba en la huerta que a veces no tenía más que 10 metros de fondo por 8 de ancho.
Así era la de mi abuelo en Liniers.
Era ferroviario, y viudo crió a sus dos hijos.
Ya de anciano aún se levantaba a cuidar su huerta y su gallinero.
Nunca esperó un subsidio, sólo soñó con su 82% móvil que nunca le llegó.
Me pregunto: ¿Qué nos pasó a los argentinos?
¿Quién nos hizo creer que desde la decencia no se puede construir?
¿Cuánto necesitamos para vivir?
¿Cuánto estamos dispuestos a negociar para tener más?
A mí no me alcanza con manifestar que "Cambalache" fue premonitorio.
Me niego a hacerlo porque mi vida está plagada de buenos ejemplos, y no de las noticias que todos los días veo reflejadas en los diarios.
No voy a aceptar jueces distraídos, chicanas jurídicas que hacen que los culpables se paseen en 4x4 en libertad subsidiada.
No me voy a habituar nunca a la infancia en la calle y a los ancianos desprotegidos y asaltados por delincuentes sueltos.
No me voy a habituar nunca a que nuestras escuelas públicas no sean las mejores, y a que nuestros médicos y paramédicos tengan que atender en los hospitales con guardias enrejadas.
No me voy a habituar nunca a nuestras madres niñas consecuencia de la falta de información.
No me voy a habituar nunca a no poder caminar en libertad por cualquier lugar de mi país por miedo a bandas de narcos que operan escudados en menores encerrados en bunkers para vender droga.
No me voy a habituar… y estoy segura que no estoy sola en esto.
Pensemos en nuestras próximas elecciones y en quiénes creemos que están en mejores condiciones de cambiar ésta realidad que nos acompaña día a día.
Sabemos que están.
Sabemos quiénes son los que la han sostenido con intereses espurios la vida que hoy vivimos.
Lo sabemos.
No nos podemos hacer los distraídos, ni aceptar que hay muchos que por una chapa o por un choripán entregan su voto.
Y si aún pensamos que eso es así trabajemos para cambiarlo porque podemos hacerlo.
Podemos porque valemos.
Porque en la gran mayoría somos buena gente.
Porque sabemos cómo saludarnos con nuestro vecino, aunque nos haya exacerbado el individualismo.
Yo siento que cada uno de nosotros puede recuperar ese recuerdo, ese ejemplo que de niño nos ayudó a crecer como hombres y mujeres de bien.
Sí, de bien, porque eso somos la mayoría de los argentinos: "Gente de Bien".
Carolina Perin

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